Cualquier verano pasado fue mejor

Llega julio y como animales de costumbres que somos nos disponemos todos a desempolvar las maletas del trastero para empezar a llenarlas con bañadores, bikinis y trikinis por doquier.
También nos puede ir más el turismo rural y de montaña y tirar más de mochila, navaja multiusos y cantimplora.
Lo que está claro es que todos estamos deseando escapar del jefe y la rutina y gastarnos los pocos o muchos cuartos de los que dispongamos en excursiones, chiringuitos y parques acuáticos.
Nos enfadaremos un año más por las caravanas interminables, las largas colas para comprar el helado de tutti frutti o por el señor que baja a las siete de la mañana a la playa para plantar su sombrilla en primera línea de ola.
Todo esto ya lo sabemos pero, como dice el refrán, “sarna con gusto no pica”, y menos con un ventilador y sombrilla de por medio.
También echarán humo nuestros teléfonos móviles por los cientos de fotos y selfies que nos haremos a todas horas, con o sin razón.
Haciendo el castillo de arena, contemplando no se qué flor en el campo, con los niños, sin los niños, con los suegros, sin los suegros, en bañador, con ropa de paseo vespertino…
Cientos y cientos de imágenes que mermarán la memoria del dispositivo móvil en cuestión pero que nos recordarán que cualquier verano pasado fue mejor, o, al menos, nos pilló más jóvenes y con menos barriga.

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¿Quien friega los platos?

Cocinar, fregar los platos, limpiar la casa, hacer la compra… Todas ellas son tareas que han sido tradicionalmente ejercidas por las mujeres y que podía dar la impresión de que ya son compartidas en igualdad con los hombres.
La tozuda realidad nos dice que seguimos muy lejos de la igualdad de sexos, ya que, según el ultimo estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), solo dos de cada diez hombres comparten estas labores cotidianas del hogar con su pareja .
Al parecer, ellos se dedican más a lo que el CIS llama «pequeñas reparaciones de la casa», es decir, cambiar una bombilla, ajustar el pomo de la puerta, colgar un cuadro…
Lo que está claro es que hay cosas que apenas han cambiado por muchos años que pasen y nos creamos más avanzados que nuestros antepasados.
Nuestros padres, sus padres, nosotros mismos… Ninguno estamos haciendo bien nuestros “deberes” y seguimos fallando a la hora de inculcar entre los más pequeños la equiparación de roles independientemente del género que a cada uno nos viene «de serie».
Y no es tanto hablar de que a todos por igual nos toca echar una mano para que la casa sea un lugar de convivencia armónica sino cundir con el ejemplo.
Las buenas palabras tienen corto recorrido sino van acompañadas con los actos que reafirman su valor.
¿Habrán cambiado realmente las cosas en 25 años? En nuestra mano está. No en la del CIS.

Como la vida misma

¡Ojo, contiene spoilers!

Si algo caracteriza a la recién finiquitada “Se quien eres”  es la originalidad de una trama que se ha saltado a la torera los clichés habituales de una serie de sus características.

Cuando uno se decide a ver una serie centrada en la desaparición de un/una joven en extrañas circunstancias, lo habitual es que toda ella se desarrolle de manera paralela al curso de la investigación policial correspondiente para ya en el capítulo final saber si él o la pobre ha pasado a mejor vida o, si en caso contrario, los avezados investigadores han conseguido encontrarla en el último momento, encarcelando y/o matando como se merece al perturbado de turno.

No es el caso de la ficción protagonizada magistralmente, como siempre, por Blanca Portillo y un Francesc Garrido que a mí, al menos, me chirría en muchas ocasiones por esa pose y dicción taaaaan impostada. Mención aparte merece la “ex compañera” Eva Santolaria en la piel de una  maquiavélica fiscal que uno no se la cree ni aunque le paguen.

Aquí ya sabemos que ha pasado con la supuesta víctima y también si el protagonista está o no amnésico cuando quedan la friolera de ocho capítulos para su desenlace final. Asimismo, vamos comprobando que buenos, lo que se dice buenos, hay poquitos y los que, en un principio, así lo parecen, tampoco resultan ser trigo limpio.

Pese a dar la impresión de que el pescado esta todo vendido a mitad de camino, la serie sabe mantener la intriga e interés aunque cierto es también que la trama se embarulla de tal modo que el sentido y la lógica empiezan a brillar por su ausencia.

Todo ello para llegar un final en el que, a diferencia también de la mayoría de las ficciones televisivas al uso, los malos, sí los malos, ganan la partida. Vamos, como la vida misma.

Nota. ¿Qué alguien me explique, por favor, por qué todos los protagonistas apenas tienen un abrigo y dos camisas que ponerse a lo largo de 16 capítulos?

¿Resistiré?

Me resisto. Cada vez me cuesta más, lo reconozco, pero, por el momento, soy de la especie “pater progenitorum” que NO deja a sus hijos pequeños el móvil en las comidas fuera de casa.

Ojo, cada padre hace lo que estima más adecuado y no seré yo el que imponga doctrina al respecto. Es más, no descarto que en unos meses me suba al carro y mis retoños disfruten de una sesión continua de ‘Pow Patrol’ o ‘Lady Bug’ mientras servidor y señora degustamos del plato de turno sin oír machaconamente frases como “me aburro”, “no quiero comer”, “mi hermano me ha cogido el tenedor”, ¿me puedo levantar?”…

Cuando empiezo a flaquear recuerdo a los padres de antaño y pienso que si ellos sobrevivieron a este tipo de entuertos, teniendo en cuenta que lo eran además de muchos más hijos, los actuales también podemos.

También hay que ponerse algo farruco con el uso indiscriminado de aplicaciones «mágicas» como Youtube Kids y sus cientos de videos de niños y mayores abriendo huevos con regalos sorpresa y /o jugando a las princesas Disney. En esto, como en todo en esta vida, habría que recordar aquello de Aristóteles de que “en el término medio está la virtud”.

Que las nuevas tecnologías están para quedarse está claro y que de ellas podemos beneficiarnos y aprender mucho también, pero a más de uno nos hubiera encantado que viniesen acompañadas con un manual de instrucciones para padres ‘pre-millenials’.

 

 

 

Donald, no el pato

El tiempo pasa que es una barbaridad. Hace nada y menos que empezabamos a escuchar en los medios de comunicación que un señor muy millonario y muy bronco se postulaba como candidato a suceder a Barack Obama desde las filas republicanas.

Sí, ese que nos sonaba por su afición a las señoras rubias, haber salido en “El príncipe de Bel Air” y  financiar el concurso de Miss América durante varios años.

Parece que fue ayer y ya ha superado los testimoniales 100 primeros días como presidente de la primera potencia mundial, lo que viene a ser, presidente un poco de todos. Y la verdad que es de los que sabe aprovechar su tiempo.

A golpe de tuit ya ha prohibido la entrada al país a miles de personas procedentes de países musulmanes, ha ordenado construir un muro con México que ríete tú de la gran  muralla china,  ha cabreado a sus supuestos socios de la Unión Europea,  y ha puesto a caldo a los medios de comunicación,  pasando por sus propios servicios de inteligencia.

Cuando muchas de sus supuestas ocurrencias las vociferaba en los mítines electorales aún pensábamos muchos que se diluirían como un azucarillo en el café si ganaba Hillary Clinton la carrera hasta el despacho oval. Pobres de nosotros, qué ilusos, el señor del pelo oxigenado se hizo finalmente con el triunfo y gobierna ya a 320 millones de estadounidenses.

El mandato de Donald Trump acaba de empezar y todo parece indicar que seguiremos despertándonos con el sobresalto en el cuerpo. Tiempos muy complejos y convulsos los que nos esperan a todos porque, no lo olvidemos, el estornudo de América es el resfriado del resto del mundo.

De familias poliamorosas y niños en «tribu”

El zapping es lo que tiene. Te encuentras ampliando tus conocimientos sobre el proceso evolutivo de la nutria del Ártico gracias a uno de los siempre instructivos e interesantes documentales de la 2 cuando aparecen sin previo aviso los anuncios publicitarios (ya, ya, en la 2 no hay publicidad, pero esto de los post es también un suponer) y no te queda más remedio que coger el mando y apretar el botón.

¿Qué pasa? Que te puedes encontrar tranquilamente con otro programa  en el que te cuentan con todo lujo de detalles  lo bien que le va la vida a los miembros de una familia poliamorosa. Reconozco que hasta el momento no había escuchado el término en cuestión aunque sí había oído hablar ya de este tipo de nucleos familiares en los que hay más de un papá y una mamá, según el caso.

¡Lo que hay que oír!, habrán exclamado algunas personas. Si no tenemos bastante con que los señores y señoras que se quieren entre ellos también sean padres y padres y madres y madres, ahora “tres por el precio de dos”.

De igual manera, imagino, se habrán llevado las manos a la cabeza si han leído las declaraciones de una diputada catalana que se ha mostrado partidaria de formar parte de un grupo de personas que convivan juntos con hijos en común.

Otras personas pensarán que todo modelo familiar es posible y positivo si prima el amor, el respeto y el acuerdo mutuo, así como una formación adecuada y asentada en valores positivos para los niños. Son de los que están convencidos de que el modelo más tradicional de familia no garantiza, en modo alguno,  un entorno óptimo de convivencia y educación para grandes y mayores.

Dicen que evolucionar es progresar y que adaptarse a las nuevas realidades, si se constata su idoneidad,  es más que necesario en un mundo cambiante como el actual.

¿Que qué pienso yo…? Lo he dejado claro, ¿no?