¡A la rica serie, oiga!

El verano ya llegó y para los seriefilos que iniciamos las tan anheladas vacaciones en escasos días es hora de hacer nuestro particular ‘checklist’ de imprescindibles para las largas horas de descanso estival.

Estos días se convierten, además, en una oportunidad de oro para poder ver aquellas series que se encuentran en la columna de `pendientes’ desde hace meses por la falta de tiempo inherente a cualquier trabajador.

Un servidor ya tiene más o menos claro a cuales dedicará su tiempo libre, pero, dado mi sincero afán por ayudar siempre que puedo al prójimo, apunto a continuación algunas series que he visto y que, en mi opinión, merecen la pena.

Para gustos, estos colores:

  •  Si te gustan las de galaxias lejanas, mundos futuros y planetas en peligro: Altered Carbón, The Expanse y Lost in Space.
  • Si te gustan las de investigadores atormentados, asesinatos sin resolver y sorpresas de última hora: The Sinner, Marcella y The Alienist.
  • Si te gustan las basadas (o casi) en hechos reales. Manhunter: Unabomber, Mindhunter y Narcos.
  • Si te gustan las “made in Spain”: Paquita Salas, La Zona y Vis a vis.
  • Si te gustan las de “hay un asesino entre nosotros y cada vez somos menos para averiguar quién es”: Le Chalé y Represalias.
  •  Si te gustan las que te hacen pensar después de cada capítulo: Black Mirror y The handmaids tale.
  • Si te gustan las “inclasificables” y ni falta que les hace: Preacher, Dark y Claws.

Aunque para aprovechar el verano bien, lo que se dice bien, maratón de Juego de tronos si eres de ese cinco por ciento de la población mundial que no has visto nadita de ella.

¡Feliz verano!

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Ampliando horizontes

No digo yo que haya sido el responsable, porque ya tiempo atrás empecé a “flirtear” con alguna serie extranjera no procedente de la tierra del señor de los tuits coléricos, pero sí es verdad que Reed Hastings me ha facilitado el acceso a nuevas historias que se desarrollan en paisajes muy alejados de EE.UU.

Por un lado, y tras cogerle el gusto con productos muy recomendables (Happy Valley, The fall, London Spy),  he aumentado considerablemente mi ingesta de series “british” en los últimos meses, caso de Retribution, Paranoia, Requiem, The loch, Dr Foster, Alias Grace

De otro, he constatado que se hacen cosas muy interesantes en países como Alemania (Dark) o Noruega (Zona fronteriza). Hasta me he trasladado a la residencia habitual de Elsa Pataky y esposo, para ver una de muertos vivientes que no tienen nada que ver con zombies ni similares (Glitch).

Las historias son siempre las mismas según el gusto del consumidor. En mi caso, asesinatos por resolver, historias fantásticas, algún que otro culebrón…

Lo que cambia es, en la mayoría de los casos, el ritmo en el desarrollo de la historia (más lento), el retrato de los personajes (más incisivo), la plasmación de su entorno (más exhaustivo)… y algo de lo que soy firme partidario, la duración de sus temporadas. De 4 a 8 capítulos a lo sumo que, en mi opinión, son más que suficientes para rematar lo que te quieren contar.

Dicho esto, no hay que perder la pista a interesantes apuestas de la ficción estadounidense, como Mindhunter, Manhunt:Unabomber o Altered Carbón, por citar algunas de las más recientes que han pasado por mi tablet.

Y es que el mundo de las series es taaan grande.

Nota. ¿Sabes ya quién es Mr. Hastings, no?

 

 

 

Alabado sea el Señor

Ojo, contiene «spoilers»

Las series de televisión, como todo en esta vida, te pueden gustar por una y mil razones. Su trama, la ambientación, los protagonistas… A cada cual le llama la atención algo que hace que la elija entre las miles de posibilidades que hoy en día habitan el universo seriefilo.

A un servidor le gustan cada vez más las que consiguen crear unos personajes que su sola presencia y forma de comportarse te hacen “engancharte” a ellas. No es fácil que ocurra porque son mayoría las series que tiran de esterotipos y «clichés» de manual para dar vida a sus personajes pero cuando encuentras una que va “contracorriente” no hay que dejarla escapar.

Me ha sucedido recientemente con Preacher. Sabía de su existencia meses atrás pero no me había animado en un primer momento porque el argumento de la misma no me llamaba la atención. ¿Aventuras y desventuras de un trío formado por un cura, una delincuente y un vampiro en un pueblecito de la América profunda…?

Al final lo hice y aunque veía, capítulo tras capítulo, que la trama no despegaba  y el ritmo era lento y desalentador, todos y cada uno de los habitantes del  pueblo texano de Annville eran el mejor reclamo para no desistir en el intento. Desde el ‘robaplanos’ continuo del vampiro irlandés adicto a todo tipo de sustancias estupefacientes hasta la pareja de ángeles con nombre imposibles, pasando por el joven con la boca como un… o el cacique sin escrúpulos de la zona. 

La primera temporada acabó con un final de traca, nunca mejor dicho, y dijimos adiós a muchos de estos personajes, pero la segunda ha ganado enteros al centrar la atención en las andanzas del trío protagonista por otros derroteros, desatascando así una línea argumental plomiza y primando la acción y el desenfreno. Sangre, sudor y alguna lagrima.

En su búsqueda del mismísimo Dios, Jesse, Cassidy y Tulip se encuentran en su salsa y se nota. Original,  retorcida, con diálogos brillantes y una banda sonora de altura… ¿Quién da más?

 

 

Diferentes

A veces ocurre o, al menos, a veces me ocurre a mí. Un película, un libro o una serie empieza aburriéndote soberanamente hasta el punto de desistir en el intento de seguir adelante, pero, tiempo después y por azares de la vida, la retomas, casi a regañadientes, y al final consigue, no solo engancharte, sino convertirte en su más ferviente defensor y llegar casi a la lágrima más sincera cuando llega a su fin.

El último ejemplo que me viene a la cabeza es el de Sense 8, serie USA de ciencia ficción, si consultas la Wikipedia, pero que es también thriller, drama, comedia… y algunas cosas más. Dos han sido las temporadas que han seguido las andanzas de un grupo de ‘sensates’ repartidos por todo el mundo y que, al parecer, no tendrá una tercera, porque cada capítulo le salía por un ojo de la cara a la ya onmipresente Netflix.

La excusa me la creo porque cada uno de los capítulos te desplaza a lugares tan dispares y lejanos entre sí, como Los Angeles, Berlín, México, Los Ángeles, Kenia, India, Londres, Japón… y, claro, los gastos de producción de desplazar a actores y correspondientes equipos no debía de ser moco de pavo.

Caro será pero es una de las grandes bazas de la serie. Independientemente de la historia, la belleza y singularidad de todos estos lugares y sus gentes está perfectamente reflejada, aunque, en ocasiones, todo hay que decirlo, se les haya ido la mano con el recurso de la cámara lenta.

De igual manera, las historias de los diferentes personajes se van entrelazando poco a poco y, aunque a los ocho protagonistas les lleva su tiempo “descubrirse”, algo que lastra bastante, en mi opinión, la primera temporada, cuando lo hacen la serie resulta muy amena y entretenida. Las escenas de acción de los ocho juntos son de las de “palomitas y no levantarse del asiento”.

Pero sobre todo Sense 8 es  un claro alegato de las hermanas Wachowski a favor de “lo diferente”, ya sea si hablamos de sexo, credos, culturas o costumbres. Mientras que los ‘malos’ persiguen y pretende aniquilar a una raza distinta a la humana, los ‘buenos’ ejemplifican de manera positiva todo tipo de opciones sexuales, razas y formas de pensar.

A los que hemos llorado (casi) la cancelación de la serie solo nos queda el consuelo de que nos queda pendiente un especial de dos horas que cerrará la trama y dirá adiós, ya sí definitivamente, a Miguel Angel Silvestre y compañía.

¡Ah, se me olvidaba!… También hay alguna que otra escena subida de tono entre dos y más personas de las que ya no se estilan desde que Sharon Stone dejó el picador de hielo en la nevera.

 

Año de series, año de bienes

Termina 2016 y con él algunos muy buenos momentos pegado al IPad o el televisor degustando el placer nada culpable de un seriéfilo de pro como un servidor. Veteranas o recién llegadas de los States, United Kingdom o incluso de dentro de nuestras fronteras la ficción televisiva ha vuelto a ocupar múltiples ratos de ocio y descanso en mis últimos 365 días.

A continuación destaco algunas de ellas, las que me vienen “ipso facto” a la cabeza y que, por ello, entiendo que deben ser las que más me han gustado.

Maaarchando una de “top ten”:

Juego de Tronos. Lo sé, lo sé, original, lo que se dice original, no soy. Pero, oye, al rey lo que es del rey (nunca mejor dicho), y, aunque le quitaría alguna que otra trama (Arya Stark ¡go home!), sigo queriendo saber cuándo llegará, de una vez por todas, el invierno de marras.

House of Cards.  Si yo lo entiendo, cuando a uno le ha costado Dios y ayuda conseguir poder del de verdad debe ser muy difícil soltarlo y, por eso, los Underwood “antes muertos que sencillos”. Caiga quien caiga, a Frank y a Claire no les echan de la Casa Blanca ni con agua y lejía.

Happy Valley. Al que fue fan acérrimo de los Ángeles de Charlie durante su infancia y adolescencia, le sorprendió, y mucho, que también haya hueco en el tubo catódico para mujeres policía cincuentonas, con algún kilo de más y con traumas familiares varios. Sorpresa grata, he de decir, porque Catherine es mucha Catherine.

Westworld. Tras su visionado, no te queda otra que pensar si tu vecina Dolores, la del hostal del cuarto derecha y mirada ausente, no será, en realidad, una anfitriona con pasado turbio y cuerpo de quita y pon. Se pone pelín pesada y trascendental en algún capítulo, pero a quien no le gustaría pasar un día o dos jugando a los vaqueros…

The Expanse.  Arrancar, lo que se dice arrancar, le cuesta, pero una vez coge ritmo, la cosa se pone interesante.  No sé qué futuro le deparará a las próximas generaciones pero no descarto yo que se parezca en algo a lo que nos cuenta esta serie en la que se nota que han tirado la casa por la ventana y eso se agradece.

Flesh and bone. Ay, si Mrs. Grant, la directora de la escuela de Fama, levantara la cabeza. Oscura y desasogante a partes iguales, esta vuelta de tuerca al mundo de la danza clásica te deja un regustillo amargo, aunque, como el del chocolate negro, del que gusta.

The fall.  ¿Puede tenerte enganchado una serie  en la que lo que pasa en tres temporadas se podría haber contado, y con creces, en una sola? Pues sí, y tanto,  merito de la ex agente Scully, toda mirada y voz penetrante a la caza del psicho killer más Christian Grey que se recuerda.

Mar de plástico. Reconozco que la ficción española no me vuelve loco, pero las dos temporadas pasadas en Campoamargo se me han hecho cortas. Buena ambientación y buenas interpretaciones (salvo las de dos o tres protas a los que el uniforme de la Benemérita les queda algo grande) en una serie que bien podría haberse ambientado en alguna ciudad cerquita de Phoenix (Arizona)

This is us. Que no se diga que todo son asesinatos, intrigas palaciegas y sci-fi del bueno… Siempre hay hueco para historias familiares de las de reír y llorar según toque. De esas que siempre te hacen un capítulo especial por Acción de Gracias, Navidad, vacaciones de verano…

Kingdom. Qué verdad aquella de que “más golpes te dará la vida”, sobre todo, si eres ex luchador profesional y tus dos hijos se dedican a dar guantazos a troche y moche dentro y fuera del cuadrilatero. Ojo a los secundarios, son lo mejor.

Y por aquello de que no hay dos sin tres, y diez sin once, termino ya con Banshee. Una gran pena me dio tener que decir adiós al sheriff Hood y compañía. En esta época en la que están tan de moda los “spin off”, más de uno y dos se podrían hacer con alguno de los personajes que quedaron vivos.

Para 2017, y si os habéis portado bien en Navidades, el “top ten” de las que pasaron por mi vida sin pena ni gloria. Llegaron con ganas de quedarse, pero…

Ponga un político en su vida

En tu casa, en la mía, en la de Bertín… Aquellos a los que solo en unos días volveremos a ver en carteles y vallas de todo el país han vuelto a multiplicar sus apariciones en televisión y no le hacen ascos a nada.

Que hay que charlar un rato con un grupo de niños pre acné juvenil, se hace, que hay que dormir, metafóricamente hablando, con Susanna Griso, se hace, que hay que decirle a María Teresa Campos lo bien que está para su edad, se hace, que hay que marcarse unos pasitos de baile con las hormigas de Pablo Motos, pues ídem.

Y lo siento, claro, por los pobres ciudadanos de a pie que se sientan en un sillón, tras una larga jornada de trabajo, y se encuentran sin desearlo con el líder el partido de turno escalando, cantando, cocinando… , pero también, todo hay que decirlo, por los propios protagonistas de las tan hasta ahora atípicas escenas #pongaunpolíticoensuvida.

Pónganse en su piel. Años y años acurrucados en su “zona de confort”, o lo que es lo mismo, traje, corbata y actos y más actos oficiales y de partido y, de repente se ven inmersos en una vorágine de “tonto, el ultimo” en salir en prime time haciendo de todo y de nada un poco. A saber a qué asesor de comunicación espabilado se le ocurrió.

El único consuelo que les queda es saber que, después del 26 de junio, los “supervivientes” a la cita electoral, podrán volver a su hábitat natural y cualquier ‘selfie’ mañanero será cosa del pasado.

Mucho ánimo que ya queda poco. Para ellos y para nosotros.