Cualquier verano pasado fue mejor

Llega julio y como animales de costumbres que somos nos disponemos todos a desempolvar las maletas del trastero para empezar a llenarlas con bañadores, bikinis y trikinis por doquier.
También nos puede ir más el turismo rural y de montaña y tirar más de mochila, navaja multiusos y cantimplora.
Lo que está claro es que todos estamos deseando escapar del jefe y la rutina y gastarnos los pocos o muchos cuartos de los que dispongamos en excursiones, chiringuitos y parques acuáticos.
Nos enfadaremos un año más por las caravanas interminables, las largas colas para comprar el helado de tutti frutti o por el señor que baja a las siete de la mañana a la playa para plantar su sombrilla en primera línea de ola.
Todo esto ya lo sabemos pero, como dice el refrán, “sarna con gusto no pica”, y menos con un ventilador y sombrilla de por medio.
También echarán humo nuestros teléfonos móviles por los cientos de fotos y selfies que nos haremos a todas horas, con o sin razón.
Haciendo el castillo de arena, contemplando no se qué flor en el campo, con los niños, sin los niños, con los suegros, sin los suegros, en bañador, con ropa de paseo vespertino…
Cientos y cientos de imágenes que mermarán la memoria del dispositivo móvil en cuestión pero que nos recordarán que cualquier verano pasado fue mejor, o, al menos, nos pilló más jóvenes y con menos barriga.

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Los 10 mandamientos del verano

El verano ya llegó y  todos hemos oído hablar de los 10 mandamientos estivales. No se sabe muy bien si están aprobados por la Curia de Roma, pero lo que si sabe es que, si así fuera, los confesionarios de todo el país estarían llenos porque a la hora de cumplirlos los españoles somos muy poco disciplinados. Hagamos memoria y de paso propósito de enmienda…

1.- No te desplazarás a tu lugar de vacaciones los días donde se espera mayor tráfico de coches para no pasar horas y horas escuchando quejarse a mujer, niños, suegra y demás posibles acompañantes.

2.-No dejarás para el último día lo de leer la letra pequeña del contrato de alquiler del piso para no encontrarte conviviendo con otra familia que tampoco lo leyó.

3.-  No harás oídos sordos a las cientos de noticias que te dicen que hay que echarse crema solar con un alto factor de protección e irás a la playa y/o piscina a primera hora del día o por la tarde, para evitar los momentos más peligrosos de exposición al sol.

4.- No te pelearás con tu vecina de toalla porque la haya colocado un centímetro más cerca del agua que tú.

5.-No te empeñarás en comer en el chiringuito de al lado de la playa cuando más gente hay y más tiempo tardan en servirte el tan ansiado pescaito y/o paellita marinera.

6.- No comprarás más de dos helados diarios al niño, por mucho que insista, si no quieres que le duela la tripa toda la noche.

7.- No irás más de dos veces a la semana al buffet libre por 9 euros de al lado del hotel.

8.- No llevarás más de tres latas de sardinas y dos de aceitunas para el aperitivo playero.

9.- No cargarás con recuerdos, del tipo imanes, llaveros y bolas de nieve, que acaban en el fondo del armarito del cuarto de estar.

10.- No tropezarás dos veces con la misma piedra. Si a la ida te pilló el atasco… para la vuelta, ¡madruga, por  Dios, madruga!

 

659

Ecuador fue sacudido por un devastador terremoto hace unos días. Con él, 659 personas perdieron su vida y miles resultaron heridas.

Como todas, cifras frías y sin alma que oímos machaconamente durante algunos días en radios y televisiones, y luego olvidamos para preocuparnos por la “normalidad” de nuestros problemas del día a día.

Ancianos y niños llorando, madres sin hijos, casas destruidas y pueblos olvidados. Instantáneas “fugaces” que no suelen almacenarse en el disco duro de nuestros pensamientos.

Las imágenes de Ecuador me traen a la memoria las de otras tragedias pasadas. Algunas motivadas por la ira de la naturaleza y otras por la de las personas.

Seres, los humanos, supuestamente lógicos y  racionales, que, en ocasiones, parecemos mucho más interesados en derribar la casa que nos da calor y protección a todos, sin pensar que otras generaciones tendrán también que tener un lugar donde cobijarse .

Después de la tragedia volvemos a escuchar palabras como esperanza, reconstrucción o renacimiento de un país, pero también otras como retrasos, incapacidad, desconfianza… la cara y la cruz de una moneda tirada al aire que no ha llegado aún a ninguna mano protectora.

El seísmo de Ecuador me ha recordado que la vida es ayer y hoy, pero no sabemos si mañana. Una verdad que debería servirnos a todos para construir, en lugar de destruir, sumar y no restar y, en definitiva…respetar lo que nos une y querer lo que nos hace mejores.