Porrompom pom…

¿Pero ya, seguro que ya? Si fue casi ayer cuando estaba dando el paseo de rigor con el helado de rigor en mi destino vacacional de rigor.

¿Ya es Navidad otra vez? Pues va a ser que sí y, además, como tiene que ser, como la foto que ilustra este post, con la familia reunida, feliz y en torno al árbol de adornos multicolor…

Hombre, luego están esos problemillas de toda índole  que no desaparecen por mucho que queramos con el nuevo año, el cuñado/a y/o suegro/a que tampoco es que nos empiece a caer repentinamente bien,  o los enfados infantiles porque «Santa no me ha traído lo que quería» a pesar de haberlo intentado el pobre hombre con la muñeca o coche de carreras de última moda.

También están los empachos y las copas de más, los «atascos» para ver Cortylandia, la alegría a raudales de los afortunados que, cava en mano, están festejando el  pellizquito del Gordo que les ha tocado para «tapar huecos» mientras que a uno ni pellizquito ni na de na, el especial Telepasión en TVE, el concierto de Año Nuevo de Raphael, Bisbal o Alborán…

Todas esas cosas que la familia de la foto, los influencers en Instagram o los protagonistas de las películas de Divinity no sufren pero de las que no escapamos el resto de los mortales, por mucho que nos lo propongamos los días previos al 25 de diciembre.

Pero oye, y lo que nos gusta, pese a todo, esto de las Navidades. Además, siempre tenemos la ilusión de que nos toque algo en el Sorteo del Niño, ¿no?

 

 

 

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La vida son dos días

Desde abril que no me asomo a esta ventana y  vaya si han pasado cosas  en estos dos últimos meses. Por de pronto voy a tener que cambiar el collage de imágenes que preside el blog porque hay un señor en una de ellas que ha pasado, sino a mejor vida, a una más tranquila seguro.

Su nombre es Mariano y ahora es registrador de la propiedad en Santa Pola (Alicante). Vaya por Dios, vende mi madre un apartamentito en dicha localidad en mayo y en junio se muda él allí. Vamos, que me quedo sin verlo en bañador paseando por sus playas algún día de este verano.

Que cierto es aquello de que la vida son solo dos días, uno estás arriba y otro estás abajo… Hace poco más de un mes este señor y millones de españoles, entre los que me incluyo, no pensabamos que se podía cambiar de Gobierno como quien cambia de un desodorante Deliplus de Mercadona.

Y no lo pensabamos porque en este país estamos tan acostumbrados a aguantar carros y carretas que el hecho de que el presidente del Gobierno faltase a la verdad en su testimonio ante un juez sobre algo tan alejado a su persona como la financiación irregular del partido que preside, tampoco nos parecía algo tan del otro mundo.

Claro que por no pensar no pensabamos tampoco que un señor que hace dos años fue «invitado» a dejar la presidencia de su partido, iba a volver a dirigir el mismo y un poco más tarde los designios de este país.

Si es que la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…

 

 

¿Lo correcto?

¿Qué haces cuando colaboras con una ONG y te enteras de que trabajadores de la misma gastaron dinero tuyo, aunque sea en una infinitesimal parte, para contratar prostitutas mientras supuestamente estaban desempeñando una labor humanitaria en un país asolado por un fuerte terremoto?

Lo primero, lógicamente, es echarte las manos en la cabeza y constatar algo que tu subconsciente sabe pero tu consciente no quiere saber. Personas, buenas, malas y regulares, hay en todos los sitios y también, como no, en organizaciones o instituciones cuyo objetivo es ayudar a los más desfavorecidos.

Una vez asumes lo que ya sabías, el siguiente pensamiento que se te viene a la cabeza es aquel de la “punta del iceberg” o, lo que es lo mismo, decirte a ti mismo aquello de “si no es hemos enterado de esto, todo lo que habrá más y que desconocemos”.

Al mismo tiempo, piensas en los miles de cooperantes que dedican su vida a ayudar a los demás en condiciones  más que penosas y que no se merecen que las pueriles prácticas de unos pocos repercutan negativamente en su labor.

También quieres pensar que si la ONG ocultó a la opinión publica lo que sucedió es porque era consciente de que el descredito que iba a conllevar supondría menos donaciones y, por tanto, menos financiación para esas admirables personas y sus proyectos.

Sabes, piensas, quieres pensar… analizas los pros y los contras y, al final, tomas una decisión. ¿La correcta? Nunca lo sabrás, pero es la que te vale para seguir adelante y pensar que merece la pena seguir confiando en los demás.

 

 

Ojalá yo fuera y tuviera

Leo una reciente noticia sobre un nuevo estudio que concluye que los adolescentes y jóvenes de hoy en día son menos felices que los de hace tan solo unos años.

A juicio de sus autores, la causa de tal “infelicidad” podría estar en el uso de los telefónos móviles y las redes sociales.

Lo argumentan diciendo que este descenso se ha registrado en los años posteriores a la generalización entre los “millennials” de los smartphones y su presencia cada vez mayor en las redes.

Sin rechazar los efectos beneficiosos del uso de estas nuevas tecnologías, que los hay, comparto la impresión de que esté también generando cierto sentimiento de frustración e insatisfacción entre ellas y ellos.

Primero, por aquello de querer tener cuanto antes el móvil de turno, con la siempre justificada razón de que “todos mis amigos y compañeros de clase ya lo tienen” y, después, una vez con él en sus manos, por entrar en un mundo de comparaciones continúas con personas de cualquier lugar cuya vida siempre parece que es mejor que la de uno.

Modelos, cantantes, actores, amigos, conocidos, personas anónimas por doquier… que muestran siempre su «lado bueno» delante de la cámara, y que pueden llegar a generar en la mente del joven aquello de “ojala yo fuera así, ojalá tuviera lo que tiene él”.

Si los tiros van por ahí la solución se antoja complicada porque a estas alturas del partido a ver quien le dice al niño que va a ser la “oveja negra” de clase”.

El ojo, la bala

Donde pongo el ojo pongo la bala… Viene a mi cabeza esta frase que imagino haber escuchado por primera vez en un spaghetti western de los 70 cuando reflexiono sobre la responsabilidad de los medios de comunicación en la grave crisis institucional, política y social que se vive en nuestro país a raíz del deseo de una parte del pueblo catalán de independizarse del Estado español.

Y me ha venido a la cabeza al entender que los ‘mass media’ tienen un papel decisivo a la hora de formar opiniones y conductas entre el “común de los mortales”.

Si durante meses y meses se reiteran según qué mensajes y se pone siempre el foco mediático en un asunto, lo normal es que se creen bandos de opinión cada vez menos transigentes los unos con respecto a los otros.

Ocurre eso y también que otros muchos asuntos y problemas que nos afectan en nuestro día a día y que realmente condicionan nuestra calidad de vida no se difundan. Recortes en sanidad, educación,  servicios sociales… que más dan ya.

Si hoy vivimos la situación que vivimos con respecto al presente y futuro de Cataluña es porque los medios de comunicación así lo han propiciado… no solo, pero también.

Y hablo de medios de comunicación siendo muy consciente de que detrás de cada televisión, radio o periódico hay un interés económico y político que “mueve los hilos”. Lo que se difunde y cómo se difunde no es gratuito.

De una manera u otra, todos ellos han puesto el ojo, y también la bala (metafóricamente hablando) en Cataluña.

El resultado, lamentablemente, todos lo conocemos.