Reloj, no marques las horas

Por mucho que nos empeñemos, el reloj siempre marca las horas y, lo que es peor , los años, y si uno hace ya un tiempo que superó la barrera de los 40 se da cuenta de que la vida se caracteriza por las «sustituciones». Ahí van unas cuentas:

  • Has sustituido las salidas nocturnas de todos los fines de semana con los amigos (cena y copas) por salidas diurnas (cañas y cañas) cada dos meses.
  • Has sustituido las gominas o espumas fijadoras por los champús anticaida y/o el minoxidil
  • Has sustituido los conciertos de los grupos de moda según Rockopop por los conciertos de «Yo fuí a EGB»
  • Has sustituido las hamburguesas de Burger King por las hamburguesas de Foster Hollywood
  • has sustituido las bodas de tus amigos por los bautizos y/o comuniones de los hijos de tus amigos
  • Has sustituido llamar por teléfono a tus amigos por su cumpleaños por felicitar por whahsapp a los susodichos
  • Has sustituido la búsqueda del amor de tu vida por las broncas (siempre reconducibles) con el amor de tu vida.
  • Has sustituido las noches de cine para ver las ultimas nominadas a mejor película en los Oscar por tardes de cine para ver la última nominada a la mejor película de animación en los Oscar.
  • Has sustituido la comida basura por la comida Zero, light y Bio.

Y mientras uno siga pudiendo sustituir cosas por otras, ni tan mal, oye…

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Aquellos maravillosos años…

Una reciente visita por motivos de trabajo a los cines Capitol de Madrid provocó que vinieran a mi mente multitud de recuerdos de una infancia cada vez más etérea y lejana.

Tardes de otoño e invierno haciendo casi interminables colas en la Gran Vía madrileña para ver el último estreno de la temporada destinado al público infantil. Primer fueron las pelis de Parchís o de Disney y después las de ciencia ficción y aventuras «made in USA», como E.T., Regreso al futuro, Superman…

Todas ellas precedidas de esperas de al menos una hora porque lo de sacar las entradas desde casa vía «online» aún no cabía en la cabeza de nadie.  Esperas siempre endulzadas con la chuche de turno y con la promesa de una visita posterior al Burger King si te portabas bien.

Y tras la espera… la recompensa. Una inmensa pantalla que te llevaba siempre a otros mundos de risas, aventuras y finales felices. No había película que no te gustase. Siempre era la mejor que habías visto hasta ese momento.

Jugaba a su favor el hecho de que mi generación no aún estaba expuesta a la sobreexposición de oferta televisiva y cinematográfica que tienen mis hijos.

Las tardes de sábado y domingo con cine siempre compensaban los madrugones para ir al cole el resto de días de la semana, los deberes y las riñas, con más o menos razón, de nuestros padres.

Son parte de una historia aún reciente que no volverá pero que, sin duda, ha dejado huella en muchos de nosotros. Aquellos maravillosos años…

 

 

El Día de la Marmota

Estaremos todos de acuerdo que llevamos desde hace meses, casi un año, experimentando la misma sensación que Bill Murray en la película “El día de la Marmota”.

Nos levantamos, encendemos la radio o ponemos la tele y volvemos a escuchar a los mismos señores de siempre, diciendo lo mismo y su contrario, un día sí y otro también.

Señores muy educados (o casi), con o sin traje según el gusto, a los que antes, durante y después de las elecciones generales (las dos) hemos oído recitar las glorías de su proyecto político para mejorar nuestro maltrecho país después de años de crisis.

Todavía el pescado no está vendido pero todo parece indicar que la voz cantante la tendrá Mariano Rajoy,  y será él el encargado de gobernar a los españolitos de a pie durante los próximos cuatro años.

Mientras se deshoja la margarita, unos y otros aseguran que trabajarán buscando el acuerdo con el resto de fuerzas para sacar adelante las medidas que entienden necesarias para el desarrollo de nuestro país.

También lo del consenso y la negociación en aras al bien común de la sociedad española lo hemos escuchado antes cienes y cienes de veces y…

…del dicho al hecho siempre hay un trecho y en el caso de nuestro país uno muuuuy largo, porque aquí, como ya he dicho en alguna otra ocasión, lo que se lleva más es la bronca y el ‘tonto el último’.

Tiempo al tiempo. Veremos que nos depara esta nueva legislatura. A lo mejor, nos sorprenden nuestros políticos y nosotros dejamos de vivir «El día de la Marmota” y ellos se convierten en los protas de “Quien tiene un amigo tiene un tesoro”, al mas puro estilo Bud Spencer y Terence Hill.