Y se armó el belén… un año más

Miro a través de la ventana y veo las calles y centros comerciales engalanados para la ocasión. La Navidad ya ha llegado y se quedará con nosotros hasta casi mediados de enero.

Lo de las referencias temporales del 24 y 25 y 31 y 1 hace años que dejaron de estilarse y desde hace ya semanas, lo queramos o no, el espíritu navideño empezó de nuevo a colarse en nuestras vidas.

No sé si tanto el espíritu de la fraternidad y la bondad para con los tuyos pero sí seguro el del desenfreno comercial.

Y es que no fallamos. Vemos los escaparates tan bonitos y coloristas que no podemos resistir la tentación y sucumbimos a los placeres de la carne… y a los del pescado, marisco, turrón…

Si toda la vida nos ha gustado presumir ante los familiares llegados de otros lares de mesa puesta como Dios manda, qué decir ahora en la que las fotos y selfies por doquier pueden dejar constancia interplanetaria de la cantidad y calidad de las viandas adquiridas para la ocasión.

Sumemos esto a los regalos de Papá Noel y Reyes Magos y la cosa se encarece un pico más. Y es que cómo vamos a dejar al niño sin el ultimo camión multifunción de ‘La Patrulla Canina’ o al niña sin la muñeca de Lady Bug que corre, salta, pedalea y te canta el “Despacito” en versión Justin Bieber, aunque nos cueste la extra de diciembre y casi las consecutivas. La ilusión de un niño no tiene precio, o eso nos han dicho siempre (antes los del Corte Ingles, ahora los de Amazon).

Mejor no sacar la calculadora y echar cuentas porque nos iba a amargar las fiestas y para eso ya llegará enero con su famosa cuesta y nos tocará subirla a todo hijo de vecino.

Por el momento, y como diría Maluma…

¡Felices Fiestas a los cuatro, o más si procede!

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Alabado sea el Señor

Ojo, contiene «spoilers»

Las series de televisión, como todo en esta vida, te pueden gustar por una y mil razones. Su trama, la ambientación, los protagonistas… A cada cual le llama la atención algo que hace que la elija entre las miles de posibilidades que hoy en día habitan el universo seriefilo.

A un servidor le gustan cada vez más las que consiguen crear unos personajes que su sola presencia y forma de comportarse te hacen “engancharte” a ellas. No es fácil que ocurra porque son mayoría las series que tiran de esterotipos y «clichés» de manual para dar vida a sus personajes pero cuando encuentras una que va “contracorriente” no hay que dejarla escapar.

Me ha sucedido recientemente con Preacher. Sabía de su existencia meses atrás pero no me había animado en un primer momento porque el argumento de la misma no me llamaba la atención. ¿Aventuras y desventuras de un trío formado por un cura, una delincuente y un vampiro en un pueblecito de la América profunda…?

Al final lo hice y aunque veía, capítulo tras capítulo, que la trama no despegaba  y el ritmo era lento y desalentador, todos y cada uno de los habitantes del  pueblo texano de Annville eran el mejor reclamo para no desistir en el intento. Desde el ‘robaplanos’ continuo del vampiro irlandés adicto a todo tipo de sustancias estupefacientes hasta la pareja de ángeles con nombre imposibles, pasando por el joven con la boca como un… o el cacique sin escrúpulos de la zona. 

La primera temporada acabó con un final de traca, nunca mejor dicho, y dijimos adiós a muchos de estos personajes, pero la segunda ha ganado enteros al centrar la atención en las andanzas del trío protagonista por otros derroteros, desatascando así una línea argumental plomiza y primando la acción y el desenfreno. Sangre, sudor y alguna lagrima.

En su búsqueda del mismísimo Dios, Jesse, Cassidy y Tulip se encuentran en su salsa y se nota. Original,  retorcida, con diálogos brillantes y una banda sonora de altura… ¿Quién da más?

 

 

¿Quien friega los platos?

Cocinar, fregar los platos, limpiar la casa, hacer la compra… Todas ellas son tareas que han sido tradicionalmente ejercidas por las mujeres y que podía dar la impresión de que ya son compartidas en igualdad con los hombres.
La tozuda realidad nos dice que seguimos muy lejos de la igualdad de sexos, ya que, según el ultimo estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), solo dos de cada diez hombres comparten estas labores cotidianas del hogar con su pareja .
Al parecer, ellos se dedican más a lo que el CIS llama «pequeñas reparaciones de la casa», es decir, cambiar una bombilla, ajustar el pomo de la puerta, colgar un cuadro…
Lo que está claro es que hay cosas que apenas han cambiado por muchos años que pasen y nos creamos más avanzados que nuestros antepasados.
Nuestros padres, sus padres, nosotros mismos… Ninguno estamos haciendo bien nuestros “deberes” y seguimos fallando a la hora de inculcar entre los más pequeños la equiparación de roles independientemente del género que a cada uno nos viene «de serie».
Y no es tanto hablar de que a todos por igual nos toca echar una mano para que la casa sea un lugar de convivencia armónica sino cundir con el ejemplo.
Las buenas palabras tienen corto recorrido sino van acompañadas con los actos que reafirman su valor.
¿Habrán cambiado realmente las cosas en 25 años? En nuestra mano está. No en la del CIS.

De familias poliamorosas y niños en «tribu”

El zapping es lo que tiene. Te encuentras ampliando tus conocimientos sobre el proceso evolutivo de la nutria del Ártico gracias a uno de los siempre instructivos e interesantes documentales de la 2 cuando aparecen sin previo aviso los anuncios publicitarios (ya, ya, en la 2 no hay publicidad, pero esto de los post es también un suponer) y no te queda más remedio que coger el mando y apretar el botón.

¿Qué pasa? Que te puedes encontrar tranquilamente con otro programa  en el que te cuentan con todo lujo de detalles  lo bien que le va la vida a los miembros de una familia poliamorosa. Reconozco que hasta el momento no había escuchado el término en cuestión aunque sí había oído hablar ya de este tipo de nucleos familiares en los que hay más de un papá y una mamá, según el caso.

¡Lo que hay que oír!, habrán exclamado algunas personas. Si no tenemos bastante con que los señores y señoras que se quieren entre ellos también sean padres y padres y madres y madres, ahora “tres por el precio de dos”.

De igual manera, imagino, se habrán llevado las manos a la cabeza si han leído las declaraciones de una diputada catalana que se ha mostrado partidaria de formar parte de un grupo de personas que convivan juntos con hijos en común.

Otras personas pensarán que todo modelo familiar es posible y positivo si prima el amor, el respeto y el acuerdo mutuo, así como una formación adecuada y asentada en valores positivos para los niños. Son de los que están convencidos de que el modelo más tradicional de familia no garantiza, en modo alguno,  un entorno óptimo de convivencia y educación para grandes y mayores.

Dicen que evolucionar es progresar y que adaptarse a las nuevas realidades, si se constata su idoneidad,  es más que necesario en un mundo cambiante como el actual.

¿Que qué pienso yo…? Lo he dejado claro, ¿no?