Diferentes

A veces ocurre o, al menos, a veces me ocurre a mí. Un película, un libro o una serie empieza aburriéndote soberanamente hasta el punto de desistir en el intento de seguir adelante, pero, tiempo después y por azares de la vida, la retomas, casi a regañadientes, y al final consigue, no solo engancharte, sino convertirte en su más ferviente defensor y llegar casi a la lágrima más sincera cuando llega a su fin.

El último ejemplo que me viene a la cabeza es el de Sense 8, serie USA de ciencia ficción, si consultas la Wikipedia, pero que es también thriller, drama, comedia… y algunas cosas más. Dos han sido las temporadas que han seguido las andanzas de un grupo de ‘sensates’ repartidos por todo el mundo y que, al parecer, no tendrá una tercera, porque cada capítulo le salía por un ojo de la cara a la ya onmipresente Netflix.

La excusa me la creo porque cada uno de los capítulos te desplaza a lugares tan dispares y lejanos entre sí, como Los Angeles, Berlín, México, Los Ángeles, Kenia, India, Londres, Japón… y, claro, los gastos de producción de desplazar a actores y correspondientes equipos no debía de ser moco de pavo.

Caro será pero es una de las grandes bazas de la serie. Independientemente de la historia, la belleza y singularidad de todos estos lugares y sus gentes está perfectamente reflejada, aunque, en ocasiones, todo hay que decirlo, se les haya ido la mano con el recurso de la cámara lenta.

De igual manera, las historias de los diferentes personajes se van entrelazando poco a poco y, aunque a los ocho protagonistas les lleva su tiempo “descubrirse”, algo que lastra bastante, en mi opinión, la primera temporada, cuando lo hacen la serie resulta muy amena y entretenida. Las escenas de acción de los ocho juntos son de las de “palomitas y no levantarse del asiento”.

Pero sobre todo Sense 8 es  un claro alegato de las hermanas Wachowski a favor de “lo diferente”, ya sea si hablamos de sexo, credos, culturas o costumbres. Mientras que los ‘malos’ persiguen y pretende aniquilar a una raza distinta a la humana, los ‘buenos’ ejemplifican de manera positiva todo tipo de opciones sexuales, razas y formas de pensar.

A los que hemos llorado (casi) la cancelación de la serie solo nos queda el consuelo de que nos queda pendiente un especial de dos horas que cerrará la trama y dirá adiós, ya sí definitivamente, a Miguel Angel Silvestre y compañía.

¡Ah, se me olvidaba!… También hay alguna que otra escena subida de tono entre dos y más personas de las que ya no se estilan desde que Sharon Stone dejó el picador de hielo en la nevera.

 

Anuncio publicitario

Cualquier verano pasado fue mejor

Llega julio y como animales de costumbres que somos nos disponemos todos a desempolvar las maletas del trastero para empezar a llenarlas con bañadores, bikinis y trikinis por doquier.
También nos puede ir más el turismo rural y de montaña y tirar más de mochila, navaja multiusos y cantimplora.
Lo que está claro es que todos estamos deseando escapar del jefe y la rutina y gastarnos los pocos o muchos cuartos de los que dispongamos en excursiones, chiringuitos y parques acuáticos.
Nos enfadaremos un año más por las caravanas interminables, las largas colas para comprar el helado de tutti frutti o por el señor que baja a las siete de la mañana a la playa para plantar su sombrilla en primera línea de ola.
Todo esto ya lo sabemos pero, como dice el refrán, “sarna con gusto no pica”, y menos con un ventilador y sombrilla de por medio.
También echarán humo nuestros teléfonos móviles por los cientos de fotos y selfies que nos haremos a todas horas, con o sin razón.
Haciendo el castillo de arena, contemplando no se qué flor en el campo, con los niños, sin los niños, con los suegros, sin los suegros, en bañador, con ropa de paseo vespertino…
Cientos y cientos de imágenes que mermarán la memoria del dispositivo móvil en cuestión pero que nos recordarán que cualquier verano pasado fue mejor, o, al menos, nos pilló más jóvenes y con menos barriga.